Esa es la esencia humana, vemos en la naturaleza que lo más adecuado en la mayoría de los casos es que los hijos sean criados bajo la tenencia de las madres.
Cuenta una historia que:
Había cierta vez un hombre joven dilacerado por una situación afectiva crítica. Quería con toda el alma a su bonita y joven esposa, y tributaba también mucho afecto y profundo respeto a su propia madre. Pero la relación entre nuera y suegra era bastante tensa y, por celos tal vez, la encantadora joven llegó a ser tan mala, que concibió un odio infundado contra la venerable anciana. En cierta ocasión la joven colocó al marido entre la espada y la pared: o él iría a la casa de su madre y la mataría y le traería el corazón de la víctima, o la esposa abandonaría inmediatamente el hogar. Después de muchas dudas e indecisiones, el joven hombre cedió”.
“Aquel conturbado marido, mató a aquella que le dio la vida, le arrancó el corazón de su pecho, lo envolvió fríamente en un paño y regresó apresuradamente a su casa. Pero sucedió que en el camino el caballo del joven, desbocado en loca carrera, tropezó violentamente lanzando por los aires al infeliz jinete. Caído en tierra oyó entonces él una voz que saliendo del corazón materno, le preguntaba llena de desvelo y cariño: ‘¿Te has hecho daño hijo mío?”.
Se disputa en muchos expedientes la tenencia de los niños pero, claro está, que solo en algunos casos aislados en virtud a situaciones riesgosas para los niños sea apartada de esta naturaleza. Pero el Consejo es intentar su cumplimiento. Para tales razones no dude en consultarnos, estamos para asesorarlo que Dios lo bendiga!
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